Accidentes Octubre 2017 – Marzo 2018

Como ustedes ya saben, este se realiza con el objetivo principal de generar un registro verosímil de quienes han fallecido en nuestros ambientes de montaña. Todo para sentar las bases de un debate informado y siempre de una manera respetuosa para con quienes ya no están con nosotros.

En particular, esta recopilación solo pudo ser realizada gracias a la ayuda de varias personas, dentro de las cuales quisiera mencionar a Adolfo Dell’Orto, Michael Pedreros, Natalia Seguel, Camilo Cordua, Hernán Puga, Paulina Fernández, Ercio Mettifogo, María Toro y Josefa Valenzuela.

Dicho lo cual, comencemos entonces ahora a revisar estos incidentes en estricto orden cronológico.

El 8 de octubre, un grupo guiado del Ecocamp se movía por el valle del río Ascencio, Parque Nacional Torres del Paine, pero en algún momento de la jornada uno de sus participantes, la australiana Eva Leachon (44), se sintió mal y optó por quedarse en el Refugio Chileno (acompañada por la asistente de guía) mientras el resto de sus compañeros continuaba.

Sin embargo, en dicho sitio su estado no dejó de agravarse, descompensándose y entrando en períodos de inconsciencia. A pesar de ser asistida por varias personas, entre ellas 2 turistas médicos, terminaría por caer en un paro cardio respiratorio que le provocaría posteriormente su fallecimiento.

En el mismo Parque y solo unos pocos días después, el 17 de octubre, un grupo de 7 clientes conducido por el guía Alex Koller se movía entre los refugios Grey y Paine Grande, cuando, en algún momento del regreso, fue notada la ausencia de la ciudadana alemana Christie Ring, de 69 años de edad.

Tras una primera búsqueda se informó de su desaparición y los protocolos de búsqueda pudieron activarse antes de terminar el día. Sin embargo, a pesar de estos ser variados y extendidos en el tiempo, no darían resultado.

A la fecha, Ring continúa desaparecida.

No mucho después, en ese mismo octubre, un equipo de 5 personas se propuso ascender el cerro Cortaderas (5.197 m) por el cajón cordillerano del mismo nombre. Ellos eran los chilenos Diego Sáez y Rosario Toro, los estadounidenses Caleb Ladue y Randall Stacy, y el francés Jerome Rossin. Todos los cuales se adentraron en esquís el sábado 21, establecieron un campamento a 3.900 metros e intentaron cumbre el domingo 22.

Ese día el grueso del grupo pudo progresar hasta los 5.000 metros pero optaron por no continuar debido a que el terreno encontrado resultaba ser más técnico de lo presupuestado. Pero al bajar esquiando, aproximadamente a las 2 de la tarde, una grieta se abrió a los pies de Ladue, quien cayó decenas de metros y quedó en una situación tal que sus compañeros no pudieron bajar en su auxilio, dado que este era quien tenía la cuerda. Sin opciones, los demás iniciaron un rápido descenso para ir en busca de ayuda y pronto se toparon con 2 extranjeros que sí contaban con una. Todos los cuales volvieron a subir en busca de Ladue mientras que Rossin continuaba el descenso para dar aviso de lo ocurrido y gatillar un procedimiento de evacuación.

A partir de ese momento los eventos se desarrollarían en paralelo. Rossin arribaría a las faenas de Alto Maipo y de ahí acabaría por gestionarse un rescate aéreo que arribaría al día siguiente. Mientras que el resto del grupo pudo sacar a Ladue con vida de la grieta y procedió a evacuarlo sobre un improvisado trineo. Desplazamiento durante los cuales lamentablemente este fallecería debido a la gravedad de sus heridas. Tenía 25 años.

Sus restos serían evacuados por un helicóptero privado en la mañana del lunes 23.

Todavía en octubre, el polaco Janusz Koniak (62) intentaba en solo el Ojos del Salado; siendo su jornada de cumbre el viernes 27, cuando se le vio ascender por la izquierda del clásico nevero final en instantes en que la montaña estaba prácticamente vacía. Nada más se sabría de él hasta que tres días después una pareja de montañistas franceses encontraría su cuerpo sin vida a aproximadamente 6.300 metros de altitud.

Koniac contaba con un localizador satelital, el cual permitió confirmar que no había alcanzado la cumbre, pero que se había mantenido en movimiento hasta el día sábado 28. Lo que hace suponer que en algún momento de su regreso fue sorprendido por la noche, obligándolo a sobrellevarla con lo puesto, para amanecer debilitado o enfermo y, luego, morir debido a ello.

Dos semanas después, el lunes 13 de noviembre, un grupo guiado de 3 turistas intentaba el ascenso a la ruta normal del volcán Lascar (5.590 m), pero cuando estaban aproximadamente a 5.150 metros de altitud, tras dejar los vehículos que los transportaban y caminar una hora, el brasileño André Andrade (49) sufrió un ataque cardíaco.

Fue asistido inmediatamente por su esposa, la cardióloga Patricia Fontes, a pesar de lo cual no sería posible recuperar a Andrade y este acabaría por fallecer.

Por último, lo sucedido en enero del 2018 al ciudadano chileno estadounidense Alexander O’Connor, de 27 años de edad. Quien se encontraba visitando Torres del Paine pero que, al no tomar su vuelo de regreso el lunes 29, generó preocupación entre sus cercanos y, después, un operativo de búsqueda y rescate. El cual finalmente daría con sus restos mortales, junto a su mochila, en el fondo de una quebrada localizada cerca del glaciar Grey; a unos centenares de metros del sendero.

La última vez que O’Connor fue visto con vida había sido el 21 de enero, en las cercanías del campamento Los Perros, insinuando la información circunstancial disponible que, tras pasar él por el paso John Gardner, habría sufrido una caída intentando acercarse al glaciar Grey.

En lo que va corrido de la década, han sido 90 las personas que han fallecido en nuestros ambientes de montaña.

En cuanto a las 6 mencionados en este artículo, 3 sucedieron en Torres del Paine, 1 en un glaciar en los Andes Centrales, 3 o 4 debido al excursionismo (dependiendo de cómo se catalogue a la ruta normal del Lascar) y, curiosamente, sin ningún chileno entre ellos (aunque O’Connor tenía doble nacionalidad).

Comentario que se hace sin la intención de implicar que se esté dando algún tipo de comportamiento inadecuado por parte de quienes nos visitan, porque para ello habría que analizar cómo ha sido este aspecto desde hace décadas (y siempre comparándolo con la tendencia que mostraría la mortalidad de los chilenos). Un trabajo que tomará todavía algún tiempo en terminar de procesar.

Sin embargo, era pertinente de mencionar por una muy simple razón: para que no olvidemos que en ocasiones la accidentabilidad que se da en nuestras montañas viene dada por un componente que no depende de nosotros.