Junio 2014
Más tarde que fiesta de vampiros, pero bueno, ¿qué querían?, toma tiempo repasar las principales incidencias de nuestra comunidad de montañistas y escaladores. Una que no se va a detener porque yo esté ocupado desenterrando el misterio de la serpiente emplumada en las quebradas perdidas de Pichulcán. Sácate una metáfora.
En esta ocasión accidentes y escaladas juntas. Información que fui juntando con la ayuda de varias personas, entre ellas Gabriel Toledo, Max Villar, Francisco Rojas, Cristóbal Leiva, Rodrigo Valenzuela, Ralph Jaiser, Martín Hartmann, Sergio Sanguinetti, Marco Poblete, Elvis Acevedo, Gonzalo Vilches, André Labarca, Isidora Fernández, Darío Arancibia, Richard Mansilla, Abdo Fernández, Sebastián Rojas, Michael Sánchez y Vasco García. A todos ellos, gracias.
Debido a que realmente me aburre, esta vez no repetiré las reglas del juego. Quien sabe sabe y quien no es jefe de expedición.
Comencemos.
Lo malo
Hubo dos accidentes fatales ocurridos esta temporada.
En orden cronológico, el primero aconteció el 2 de noviembre del 2013 en la Región IX de Chile, en los alrededores de Pucón. Se trata de José Serra Berrueco, quien había llegado el día anterior junto a unos amigos al sector del Cerdúo para hace escalada deportiva. Serra estaba a cota del descuelgue, asegurado en top rope, cuando al colocar la tensión de su cuerpo sobre la cuerda, cayó mortalmente al vacío.
Lo insólito de lo ocurrido hace que esta vez no sea posible desentenderse e insta a averiguar un poco más acerca de las causas específicas del accidente. Y al respecto se me dijo que no tenía casco puesto y que la falla no estuvo en el arnés, el cual estaba bien puesto y cerrado como corresponde. ¿Entonces? Pues tras la caída, se pudo observar que el extremo de la cuerda al cual estaba asegurado Serra había quedado arriba, colgando sola, pasada por el descuelgue de la reunión. Lo que lleva a presumir que se encordó mal. Ahora, ¿por qué ocurrió eso? Ah, bueno. Ahí está el misterio de la serpiente emplumada de Pichulcán.
En rigor, este accidente no es de montañismo, que es lo que esta columna cubre, pero me pareció pertinente agregarlo por dos razones. Primero, por la obvia cercanía de la escalada deportiva con la escalada tradicional. Y, segundo, que siendo bien pero bien estrictos, Serra sería la primera víctima fatal de la escalada deportiva en Chile.
Sí había un caso previo de boulder en el 2001 (donde también Pichulcán estuvo involucrado) y luego está el de Agustín Cabrera en el 2010. Pero este último es un poco distinto y podría o no ser considerado escalada deportiva dependiendo de las definiciones utilizadas, porque, según tengo entendido (y puedo estar equivocado) su accidente en la Placa Roja ocurrió cuando salían de la ruta deportiva para enlazar el comienzo de los “Tres Chiflados”; que es escalada tradicional. O sea, podría ser considerada como escalada de carácter “mixta”.
En fin, pasemos al segundo accidente fatal. Uno que aconteció tres semanas después, el 23 de noviembre, esta vez en la zona del Glaciar Colgante del Morado.
Mientras un grupo de personas realizaba una caminata en dirección a la laguna que existe en dicho sitio, en algún momento de la tarde, Pedro Leiva Palacios, de 43 años de edad, sufriría complicaciones médicas que le desencadenaron un paro cardiorrespiratorio. Se efectuarían varios esfuerzos por resucitarlo, algunas de las maniobras realizadas por médicos que se encontraban en las cercanías. Pero no habría caso, Leiva no saldría de su estado y a las 17:13 horas se declararía su deceso.
Un rescate improvisado de guías y excursionistas que se encontraban en el lugar lo evacuaría buena parte del trayecto, hasta toparse con un grupo del CSA que se sumaría a la maniobra.
El orden de los factores sí altera el producto
De los accidentes con resultado no-fatal, hubo perdidos varios, esguinces y fracturas en las montañas más populares del país, entre ellos el volcán Llaima (donde 3 profesores estuvieron perdidos por varios días) y en el Morado (con una fractura que requirió evacuación).
Sin embargo, el evento más notorio, por lejos, fue en la ciudad, no en las montañas. Lo que le pasó al conocido escalador alemán semi radicado en Chile Ralhp Jaiser, en el gimnasio de escalada “El Muro”, en Santiago. O sea, de nuevo, no montañismo en rigor, pero, otra vez, relevante comentar para separar la realidad del mito.
Fue así. El 5 de diciembre Jaiser estaba escalando en el Muro, solo, autoasegurado en top rope usando un Grigri estándar (el cual NO tenía modificación alguna). Es decir, en las dos primeras chapas de la ruta había fijado un extremo de la cuerda, la cual de ahí ascendía, pasaba por el descuelgue y bajaba en dirección a su Grigri, el cual estaba conectado a su arnés con un mosquetón con seguro. Así, él escalaba, se iba recuperando cuerda a medida que subía y si se caía, quedaría colgando del Grigri ¿Se entiende?
Ahora, justo cuando se iba para la casa, en el último pegue que pretendía darle a su ruta, se distrajo con la conversación de alguien más y coloco en el Grigri la cuerda al revés.
Chan, eso sería todo, good bye, que te vaya bien, si te he visto no me acuerdo.
Jaiser, cuyo destino ya estaba escrito aunque él no lo supiera, escaló tranquilo, llegó al crux de la ruta, a unos 11 metros del suelo, y se cayó. Solo que esta vez, para su sorpresa, no se detuvo tras la típica demora que le toma al sistema de bloqueo activarse, sino que siguió de largo hacia abajo. Y aterrizó parado.
El accidente fue grave. Se fracturó el tobillo derecho, el sacro, 5 vértebras y la pelvis. Peor aún, la ruptura de ésta rompió una arteria y generó un derrame interno de más o menos dos litros de sangre en menos de una hora, lo cual hubiera ocasionado su muerte de no haber recibido atención médica oportuna.
O sea, dicho en castellano, si a alguien, cualquier persona, le ocurre esto en, digamos, La Mina, Torrecillas del Manzano o incluso las Chilcas, se muere.
En los momentos que se redactan estas líneas, y tras dos meses hospitalizado y 5 operaciones, Jaiser está OK, aunque todavía involucrado en una larga cadena de sesiones de kinesiología para recuperarse.
Trepananda no para
Cambiemos de switch. Click.
Veamos ahora los intentos y escaladas más relevantes de la temporada. Y para comenzar, nada mejor que con lo ocurrido en Trepananda (región de Aysén, sus idiotas). Actividades que se estructuraron en torno a los mismos ejes de desarrollo que se han observado en los últimos años: la de los instructores vinculados a NOLS, los imberbes atrevidos que no me pescan y las actividades de Marco Poblete.
Por un lado está Pedro Binfa, que habría realizado el 5 de marzo el al parecer primer ascenso del Nariz de Eleuterio, en solitario, picacho ubicado al lado norte del río Leones y al oeste del río Claro, entre el Tigris y el Éufrates, a la sombra de Nueva York. La parte más difícil de su itinerario de 500 metros de desnivel, y que va por su cara sur, sería una pequeña pasada de roca de no más de 5.6.
Después tenemos la primera escalada a la cumbre principal del Emperador Guillermo (aproximadamente 2.100 m), realizado por Ignacio Vergara y Richard Mansilla, a mediados de diciembre, un objetivo que ya contaba con varios intentos previos y que le exigió resolver escalada en roca no buena. Para bajar hicieron 4 rapeles, 2 en roca, 2 en nieve.
Luego está el segundo esfuerzo de Manuel Medina y Pablo Miranda por realizar el primer ascenso nacional y segundo absoluto a La Vieja, tras el primero hecho por el británico Nick Grove y el neozelandés Lauchie Duff el 9 de febrero de 1976.
Ellos comenzaron el 11 de febrero, desde Coyhaique. Entraron por estero Parada, cruzaron el portezuelo Palo y bajaron a pie de vía para instalar campamento. El primer día de escalada tuvieron que comenzaron tarde (tipo 9 de la mañana) porque solo en ese instante dejó de nevar. La escalada fue rápida, casi todo en simultáneo, e instalaron un vivac a las 6 PM, al inicio del gran nevero, que era justo el máximo punto que habían alcanzado en el intento anterior.
Desde ahí retomaron la escalada a las 2 AM. Rimaya, canaleta y polvete. Cambio de crampones a zapatillas para enfrentar los últimos dos largos. Tramos de escalada de V grado, planicie, cumbre y voila, ruta nueva.
Finalmente Marco Poblete, que no para de moverse y que con ello logró generar algo que no es de extrañar entre quienes proponen y actúan: polémicas. Una de las cuales me hace pensar que el fin del mundo debe estar cerca, porque esta vez no tuvo nada que ver conmigo.
Pero veamos. Primero, acompañado de Harry Brito, se dirigieron el 26 de octubre a un cerro aparentemente sin nombre de unos 2.400 metros de altitud, localizado en uno de los valles subsidiarios del río Miller, al interior de Puerto Sánchez.
Tras una larga conducción y respectiva aproximación caminando, establecieron campamento a 1.400 metros; luego escalaron 6 largos en nieve y hielo, un tramo en ensamble, una banda de roca y más largos. Hasta llegar muy cerca de la cumbre, una que se ofrecía podrida y expuesta y que optaron por no intentar. Luego de lo cual, para abajo.
Hasta ahí los hechos. La polémica se desencadenó por partida doble; uno, por el nombre que al cerro le colocaron, o que no lo colocaron o que le colocaron en carácter de temporal; y, dos, por, a pesar de no llegar a la cumbre, darle a su recorrido el carácter de ruta terminada, que se plasma en haberle puesto un nombre (“La Vía de los Séracs”). Insisto, hasta aquí, yo nada que ver, solo soy el mensajero.
Poblete no se detuvo y más tarde en la temporada, junto a Javier Galiela, abrió una ruta nueva y el posible sexto ascenso al cerro Picacho (1.954 m), una montaña de figura enhiesta que se localiza aproximadamente a unos 110 kilómetros al norte de Coyhaique. Las dificultades reportadas hablan de pendientes de nieve y 170 metros finales de escalada sobre granito con dificultad máxima de 5.9.
Ya, ya, ya. ¿Y qué opino yo acerca del cerro sin proto nombre temporal? ¿Ya que algo tendré que decir, no?
Pues bien, no hay misterio aquí, les recuerdo que he escrito extensa y públicamente acerca de las rutas sin cumbre. Lo he hecho por años, de una manera formal, en un material que está disponible para quien desee ahondar en mi argumentación y que, por lo mismo, no tiene sentido repetir aquí de nuevo. Salvo su idea central: el recuento del Anticristo abraza y se estructura en torno a la idea fundamental del alpinismo de excelencia en que si no hay cumbre, es intento. Criterio usado sistemáticamente en el pasado y que le cae como hacha en la nuca a muchas supuestas escaladas que logran incluso reconocimiento, uno que considero injusto e inapropiado. Y que explica bien el odio que genero.
Y con respecto a lo de los nombres de rutas y cerros, hoy más bien deseo transmitir un consejo. Para mí, abrir una vía, o realizar la primera a un cerro virgen, es un reflejo de mi propia sensibilidad y, por lo tanto, es arte, siendo el nombre de ella parte integral de mi “creación”. Por eso tengo cuidado en elegir algo apropiado. En ocasiones se busca reconocimiento y se aspira a usar los nombres propios; en otras, redondear alguna idea o hacer alguna declaración de intenciones. Lo que fuese, un buen nombre termina por dar carácter a la aventura.
O sea la misma diferencia entre decir “Intenté la Tomahawk” o “Subí el Mimí” (sorry Rada, no pude evitarlo).
Volcán Aguilera
Y ahora un salto cuántico, en el tiempo y en el espacio.
¿Existen montañas vírgenes en Chile? Sí. ¿Muchas? Hmm… Depende con el cristal con que se mire. Porque de esas que tienen un aura especial (nada de la tercera antecumbre del pico secundario del espolón central del acarreo nororiental), solo existen una pocas que se cuentan con los dedos de la mano del Capitán Hook. Y una de ellas es el volcán Aguilera, de 2.545 metros de altitud.
Ubicado en el Fiordo Peel, en las proximidades de la Falla de Reichert (Campo de Hielo Sur, sus idiotas), se llama así en honor al guatón Aguilera, el baterista de Peter Rock. Y ha visto su buena cuota de intentos. Al menos seis relevantes desde 1985, entre las cuales es imposible no recordar los esfuerzos del británico David Hillebrandt, que ha ido tres veces.
Las razones de la aparente invencibilidad del Aguilera son dos: la logística es perversa, y, segundo, por supuesto, el clima, el cual varía de horrible a espantoso. Lo cual tampoco significa que no existan aspectos adicionales, como la orientación, los glaciares y los vendedores ambulantes. No.
A esta montaña entonces dirigieron sus pasos Abdo Fernández, Cristián Vásquez Y Felipe Araya. A quienes se agregaba José Miguel Jorquera con la función de hacerlos famosos.
Haciendo la historia corta, con movimientos varios, partieron el 29 de octubre desde Puerto Natales. No nadando, sino que en barco, el Skorpios III. Desembarcaron en el Peel el 30 de octubre y se iniciaron las típicas tareas, entre ellas porteos bajo sol playero patagónico. O sea, lluvia, lluvia, lluvia. Ya saben el dicho, Fiordo Peel, lluvias mil. Tan así fue que de hecho nunca dejó de llover, lo cual hizo que el 16 de noviembre se fueran para la casa.
O sea, cuello cogote. No siempre lo que redacto largo tiene final feliz.
Beer Machine
Ese mismo mes hubo otra expedición de duración similar. Pero hasta ahí no más llegaron las semejanzas, pues se desarrolló en los Andes Centrales, que tiende a ser más seca que respuesta de mina rica.
Eran Christián Quezada, Ulises Espinosa, Ricardo Hernández y el escalador de nombre de estrella de Rock and Roll Elvis Acevedo. Miembros todos ellos del grupo “Perros Alpinos”, denominaron a su expedición la “Beer Machine Climbing 2013”. O sea, partieron bien. ¿Su objetivo aparte de fumar cerveza? Escalar en la zona de los glaciares Universidad y Cortaderal, un área de difícil acceso por las prohibiciones, pero que es, bromas aparte, derechamente fabulosa.
Todo comenzó dentro de ti, dentro de ti… No. Me equivoqué. La letra dice “Todo se derrumbó”, pero igual sirve. Todo comenzó el 2 de noviembre. En helicóptero los gerentes y beam me up, a 3.200 metros en 40 minutos. Y comenzó la larga lista de logros. Tantos que esta vez no redacto nada, solo listo.
Entre lo más importante: tercer ascenso absoluto y ruta nueva al Pilar Meridional, segundo ascenso absoluto y ruta nueva al Nevado Cisne, primer ascenso absoluto a la cumbre secundaria Torreón Noreste del Corona del Diablo (y empezamos con los acarreos suroccidentales), cuarto ascenso y nueva ruta al Pilar Occidental “Canalón del Conejo Playboy” (hablando de nombres), segundo ascenso absoluto a la Gran Torre del Cortaderal (… ok, nada que decir), segundo ascenso absoluto y nueva ruta por la arista sur al Nevado Penitentes (púdrete) y segundo ascenso absoluto Corona del Diablo (chúpalo).
Y el 28 de noviembre para la casa. Llevándose las latas de cerveza, las cajas de vino, un gato de peluche y la muñeca inflable; estos últimos dos intercambiables en su funcionalidad, pero que se usaron por separado.
Colina ahora corta
Es el momento de hablar del Loma Larga. Montaña que posee tres cumbres que rondan, metros más, metros menos, los 5.400. Una que es muy conocida, clásica y que para lo relativamente accesible que es… a la fecha inexplicablemente no posee rutas por sus vertientes norte y este.
Situación a la cual precisamente Rodericus Kaffi quiso poner coto (wow, que palabra), enfocándose en dilucidar el enigma de dos largas lenguas glaciares que caen por el norte, prácticamente desde su cumbre hasta los valles.
Hubo un primer intento invernal, donde Kaffi encontró el valle de acceso (que era desconocido, pero fácil y esquiable) y logró subir la lengua occidental, pero no hizo cumbre porque el mal tiempo lo agarró a patadas para abajo.
Porfiado el tipo, regreso en noviembre. Tras dos campamentos preliminares, el 18 subió la lengua oriental completa, hasta la cumbre principal, y la denominó “Rampa Fica”. Al día siguiente repetiría, pero esta vez por la lengua oriental, también terminando en la cumbre y bautizándolo como “Rampa Zárate”. Con ello la séptima y octava ascensión absoluta del Loma Larga. Y para la casa.
Al regreso hubo algo de dudas y polémica sana, pero lo pretendido resistió el escrutinio, respaldado entre otras cosas por el respectivo libro de cumbre, uno al cual el mismo Kaffi había tenido acceso años atrás al realizar el primer ascenso en el día al Loma Larga.
Con respecto a la “Rampa Fica”, no posee dificultades técnicas, aunque los últimos 50 metros son un poco más empinados, y con el tiempo debería transformarse en la nueva ruta normal al Loma Larga, pues permite acceso directo a la verdadera cumbre (la Central). Incluso da la posibilidad extraordinaria de esquiarla de bajada, completa, hasta el camino, algo que sospecho se intentará esta invierno.
La “Rampa Zárate”, por otro lado, pasa al lado de un glaciar moribundo medio colgante, y se llama así en honor a Sergio Zárate, el querido escalador chileno que falleció en el 2001 en un triste episodio en los rodados de San Gabriel.
La travesía de los románticos
Hace muy poco tiempo atrás, para ser exactos en el último recuento, conversamos acerca del Corcovado y el primer ascenso chileno, de la mano de Ignacio Vergara, Armando Montero y Sergio Infante (Chaitén, sus idiotas). Actividad que como excusa sirvió para traer información de referencia exacta y sacar a esa montaña de la niebla mística en que se encontraba. Me puse romántico; yo también te quiero.
Ahora otro grupo de chilenos puso su atención en ella, pero con la idea de llegar casi completamente por tierra y, además, terminar en la cumbre vía una nueva ruta por el filo este. Todo esto desde Chaitén mismo. No como lo habían hecho las actividades anteriores que, usando un bote, obviaban la mayúscula dificultad de atravesar el bosque lluvioso costero valdiviano, aka selva retutatutata, guru guru.
De sólo redactar estas líneas me sonrío en pensar por las que deben haber pasado los idealistas que se lo propusieron. Exploración pura, inocencia total, la aventura humana al máximo. Me puse romántico de nuevo, ¿dime que me quieres?
Ellos eran Gabriel Toledo, Juan Pablo Díaz e Israel Sánchez. Y su idea, creo yo, tienen mucha más importancia de lo que parece, porque no sería raro que en la medida que Chaitén se reconstruya, que se vaya consolidando el Parque Nacional en el cual se encuentra el Corcovado (que se llama Corcovado, brillante) y se incremente el interés turístico por visitarlo… se necesite de una ruta de aproximación más directa.
Partieron el 7 de febrero. Una embarcación los dejó en el estuario Palvitad. Y las dificultades comenzaron 25 metros después, cuando dio comienzo la batalla por entrar en la selva. Por aquí, por allá, pudieron en 5 días construir un sendero y encontrar un lugar adecuado para poner un campamento. A eso le siguieron, con mochilas pesadas, tres días más de reptar, colgarse, contorsionarse, sacarse raíces de la dientes y llegar a un portezuelo, del cual, en medio día más de trabajo e incluyendo un rapel en una cascada de musgo (¿cómo será eso?), accedieron a una laguna… que también tenía que cruzar.
Si les sale Depredador le hubieran dado mate. Así de valor tenían para inflar un kayac y tentar el cruce de 4 kilómetros “ida”.
En dos días hicieron cuatro viajes, con viento, lluvia, olas y tiburones. Al instalarse al otro lado ya estaban cortos de todo. Sin muchas energías y con solo 3 días disponibles para salir hacia el oeste, donde de no llegar a tiempo se desencadenaría la alarma, subieron hasta los pies del torreón final, pero descartaron hacer un intento de cumbre.
La historia no acabó ahí. Tuvieron problemas para orientarse, la visibilidad era pobre, se acabó la comida, estaban mojados, echaron suertes, se comieron entre ellos, lo típico. Hasta que hicieron contacto con el encargado de ir a buscarlos y se fueron, completando una historia de 19 días de sanguijuelas, mosquitos y gusanos.
Ser romántico tiene su costo.
Le hacen collera
El cordón del Torre (Patagonia, sus idiotas) está compuesto por varios picachos que no son nada de fáciles. Si logro convencerlos de mover sus grasosos dedos por el teclado lleno de migas que tienen, y descargar una foto de la clásica vista que se tiene de Chaltén hacia el oeste, verán claramente 3 agujas principales en la cordillera más lejana: el Torre, la Egger y la Standhardt. Ninguna fácil, todas objetivos de primer nivel.
A esta última, de 2.700 metros de altitud, se les puso entre ceja y ceja a Francisco Rojas y Jimmy Mora, quienes encaminaron sus pasos a ella en enero de este año. Esta cordada con nombre de collera de rodeo ya habían intentado el Taulliraju en Perú algunos meses antes, por lo que para ellos proponerse cerros de nombres mayores no les era extraño. A mayor añadidura, Mora cuenta con una larga experiencia en Patagonia, incluyendo el Torre por la Maestri y el Fitz Roy por la Franco Argentina. O sea, capacidad había.
La Standhardt no tiene ruta “normal”, pero tiende a ver una concentración de intentos por la denominada “Exocet” (ese es nombre, miércale), la del primer ascenso, en 1988, por Jim Bridwell, Greg Smith y Jay Smith, con dificultades de WI5+ y 5+. Y si la memoria no me falla, esta aguja no contaba con nada de actividad nacional, salvo en el 2007 que Armando Moraga y Felipe Gonzáles Donoso trataron de meterse a la Exocet y/o la Tomahawk. O algo así.
Bueno, Mora y Rojas, tiqui-tiqui-tiiiii, pudieron hacer un primer intento a mediados de enero, uno con vivac incluido, pero del cual se bajaron porque pasaron mala noche. Esa es la verdad. Si después de todo también son humanos.
Pero el miércoles 22 vendría un segundo esfuerzo. Para enlazar correctamente las secciones, partieron de día en Chaltén y llegaron en la tarde del jueves 23 al comienzo de la escalada. Se metieron sin dilación. Escalaron, repusieron fuerzas en una terraza, retomaron el ritmo en la madrugada del viernes, escalando a obscuras, blah, blah, blah. Nada parecía detenerlos, pero en la tarde el clima no aguantó más y se desencadenó la tormenta. Y justo cuando fueron débiles y pensaron en regresarse, vieron la rampa final y el hongo cimero. Así nadie puede, y poco después de las 18:00 horas estuvieron los dos en la cumbre, completando así el primer ascenso chileno a la aguja Standhardt.
Los odio por eso. Tanto que no digo nada del regreso. Pero fue un parto. No, una cesárea. A Chaltén llegarían cerca de la medianoche del sábado 25, o sea cuatro intensos días después de haber partido.
De más está de decir que “cumplida” la Standhardt gracias a los cesáreos del rodeo, los obvios y más inmediatos desafíos vigentes en ese cordón son hacer la primera nacional al Torre por la vía Ferrari (algo que ya cuenta con dos intentos de chilenos) pero principalmente la primera a la Egger.
Y esa sí que no es fácil.
Molido
Y del resto, ¿qué?
Pues en la séptima región hubo un nuevo intento al virgen cerro Campanario (de aproximadamente 4.000 metros de altitud). Que retomando lo dicho antes, es uno de aquellos inescalados que tienen aura. Lo intentaron Carlos Bravo, Felipe González Donoso y Darío Arancibia, quienes pudieron rebasar por un poco el punto más alto alcanzado hasta la fecha (por Puig y Kunstmann, del intento de 1962). Reportaron tramos de escalada comprometida, difícil, en mala roca.
Por otro lado, Cristóbal Señoret, Juan Señoret, Michael Sánchez y Sebastián Rojas intentaron abrir una nueva ruta en una pared virgen en la quebrada de la Serranía Avalancha, no tan en las cercanías de Chaitén, pero por ahí. Estuvieron 10 días a finales de febrero y principios de marzo. Alcanzaron a escalar 14 largos en granito, quizás la mitad del recorrido total, pero tuvieron que regresarse porque no tenían más tiempo, ni tampoco comida, ni agua. O sea, estaban jodidos.
Por esas mismas fechas se llevó a cabo un esfuerzo por explorar e intentar el cerro Elefante, una estética cima que queda a unos 60 kilómetros al noroeste del ya mencionado Picacho. Eran Juan Ruiz, Javier Pérez, Martín Hartmann y Cristóbal García. Contemplaban realizarlo en dos semanas, pero tras 9 días de esfuerzos se retiraron, en parte debido a un machetazo mal dirigido. Sin embargo lograron identificar correctamente el acceso y algo me dice que van a regresar.
En Tagua Tagua, a unas 3 horas de Cochamó, el 27 de diciembre Falco Henríquez, Máximo Fernández, Gaspar Méndez y Michael Sánchez abrieron la ruta llamada Superdiedro, al “Pico de las Sombras” (caramba, qué nombre). Una ruta de 650 metros que recorre un diedro central, en una escalada que se presenta más bien tumbada pero difícil de proteger. Debiera transformarse en un clásico.
En Cochamó, Daniel Osorio y Sebastián Rojas completaron lo que debería ser la primera escalada chilena de la Pared del Monstruo, quizás la más grande de toda el área. Además, ruta nueva, una a la cual llamaron “La presencia de mi padre” (5.10, 28 largos, 1.200 metros). Lo hicieron a fines de enero, en dos días, con un vivac en el largo 19. Para bajar se movieron un poco y utilizaron los rapeles de “Excelente mi Teniente”, lo que significa que en rigor hicieron una travesía.
La lista sigue y sigue. En Torres del Paine, a fines de marzo, Claudio González, Francisco Parada y Felipe González Donoso intentaron abrir una nueva vía en estilo cápsula en el Valle del Francés, creo que en la vertiente este del Castillo, cerca del Cota 2.000; lamentablemente se regresaron de lo que al parecer era el último largo, un techo de roca mala. Cristóbal Cament y Rodericus Kaffi hicieron un intento a la Pared Sur del Fraile, una que resultó ser de granito descompuesto y que los conminó a regresarse tras 6 largos. Ignacio Vergara y Rodolfo Torrens intentaron el Fitz Roy por el Pilar Goretta, subiendo bastante (¿900 metros?) pero al parecer el mal tiempo les puso el pie encima. Misma causa que bloquearía el esfuerzo de José Edwards por escalar la Exocet a la Standhard (en fechas posteriores a la de Mora y Rojas).
Y etcétera, etcétera, etcétera.
Salón de la Fama
Chato de escribir, solo queda premiar a lo mejor y a los mejores. Si es que hay algo que se haya destacado… ¿Qué creen ustedes?
Veamos. Colchoneta de Tungsteno, por Mejor Iniciativa, para… nadie. No hay sorpresas, seguimos siendo las mismas pencas de siempre.
Jeringa de Plutonio, por Mejor Ascenso Técnico, para… la primera escalada chilena a la aguja Standhardt, realizada por Francisco Rojas y Jimmy Mora. ¿Las razones? Estilo alpino, mal tiempo, Patagonia y, lo relevante en este premio, las dificultades técnicas en roca y hielo que debieron resolver para embolsarse esta montaña. Bravo, perfecto, nada que decir.
¿El Mejor Deportista? ¿Ajo de Molibdeno? Desierto. Nadie cumplió la dorada regla de rendimiento deportivo de excelencia a lo largo de la temporada completa. No basta solo con una escalada meritoria.
Para el último, la Mejor Expedición, Brújula de Uranio (útil para no perderse en los campos atómicos)… a la ¡Beer Machine Climbing! De Elvis Acevedo, Ulises Espinoza, Christian Quezada y Ricardo Hernández. Aplausos. Silencio.
Lo bueno fue que esta temporada hubo 4 expediciones (Aguilera, Elefante, Corcovado, Cortaderal) y no sería raro que más de alguna otra se me haya escapado al escrutinio. Y dentro de ellas, los montañistas del Grupo Perros Alpinos realizaron una actividad que fue la mejor. Cumpliendo prácticamente los 4 criterios de la PAPA (transformándose en una expedición clase E/E+), que regresaron con éxito deportivo, cumpliendo lo que decían que iban a hacer y, lo que les da un plus adicional a mis ojos de lagarto juancho, demostrando una inédita inventiva para sortear el problema de acceso, usando para ello un helicóptero.
Si lo único no más es que yo habría aprovechado la pasada para tirar unos volantes sobre las instalaciones de Pacific-Hydro diciendo “Y con tu mamá también”.
Feliz Navidad,

 


 

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