Marzo 2014
Con retraso, lo admito, pero, ya saben, la información que se presenta aquí no existe recopilada como tal en ninguna otra parte, luego, entonces, a estas alturas ya casi es un imperativo que sea de calidad. Además que igual me tomaron 9 o 10 páginas tamaño carta hacerlo, a pesar de la impresión inicial que tenía yo, acerca de que no habían pasado muchas cosas esta última temporada.
Con respecto a las reglas, se las recuerdo. Se trata de las actividades realizadas entre abril y septiembre del 2013 inclusive, que representen algún grado de aporte deportivo al montañismo y que fueron realizadas por chilenos, o extranjeros residentes, en cualquier parte del mundo.
Antes de partir, recordar que este recuento, así como el que le antecede referido a los accidentes, fue realizado gracias a la ayuda de Marco Poblete, Gunther Hiche, Vasco García, Gabriel Toledo, Diego Astroza, Manuel Medina, Tamara Muñoz, María Fajardo, Michael Sánchez, Jimmy Mora, Inés Dusaillant, Sergio Ríos, Alexis Faúndez, Sergio Infante, Camilo Rada, Jorge Batarce, Francisco Rojas, Gastón Ocares, Sebastián Rojas, Pablo Miranda, Bárbara Meneses y Claudia Astudillo.
Comencemos entonces.
Estiloso el cabro
Es tiempo ya de reconocer la labor que Marco Poblete ha realizado sistemáticamente en las montañas de los alrededores de Coyhaique. No hay temporada que pase sin tener tres o cuatro actividades de buen nivel. Un trabajo enfocado en el descubrimiento y la dificultad alpina, desarrollando algo que una parte importante de los buenos escaladores chilenos no tiene: estilo. Chúpate esa.
Ahora, con diferentes compañeros, primero hizo un intento en junio por abrir una ruta nueva al Pico Triangular Sur (2.500 metros) en el sector Zeballos, al sur de Los Antiguos. Más tarde escaló una cumbre en un macizo innominado en el sector Pedregoso, al norte de Villa Mañihuales, que resultó medir 1.600 metros de altitud. No se preocupen, yo tampoco tengo idea de qué estamos hablando. Y luego, en lo que debería ser la guinda de la torta, la crema del café o la última de la noche, se abocó al intento de un primer ascenso a una montaña inescalada, en la zona del ya mencionado Picacho. Además, en invierno.
Junto a Camilo Hornauer, partieron el 13 de septiembre para acampar justo al lado de la Carretera Austral, a 330 metros de altitud. Al día siguiente subieron por colinas resbalosas, llenas de vegetación molesta, hasta entrar a un canalón de nieve dura que terminó en el punto más alto de un espolón, donde, tras 6 horas de ascenso y a cota 1.200, hicieron su primer vivac.
A las 5 de la mañana continuaron. Pasadas expuestas sobre roca, pendientes de nieve dura y, a las 8:30, ya con luz y experimentando 7 grados bajo cero, montaron la primera reunión. Vendrían 230 metros de escalada en hielo y nieve, con pendientes de hasta 60 grados. De la vertiente oeste salieron a las 11 AM, para ir a dar al collado que existe entre las dos cumbres de esta montaña. Obviamente optaron por la más alta, la Norte, a la cual llegaron 45 minutos más tarde. Un par de santiamenes sobre ella y listo. A tratar de resolver los 1.500 metros que les quedaban aún por bajar hasta el camino.
Para ello, lo que siempre me da flojera redactar. Hicieron rapeles, desescaladas, destrepes y caminata. De regreso en la Carretera Austral misma estuvieron a las 21:00 horas.
Sería entonces el primer ascenso de un cerro que mostró una altitud de 1.830 metros, vía una ruta que recorre su Pared Oeste, con dificultades reportadas de AD/60º.
Lo bautizaron como “La Zaranda”, atendiendo a la denominación que tiene el sector y también al nombre de una laguna homónima ubicada en su base. A lo cual ustedes, como ya se han empezado a dar cuenta desde cierto tiempo atrás, lo encuentro no precisamente afortunado. Podrían por último haberle agregado una X en alguna parte para darle algo más de carácter y menos de nombre de zapato.
Pero bueno, igual bueno y lo bueno no abunda.
A contraraju
Esto es poco frecuente. Ambiciones chilenas en Perú. ¿Por qué? Porque en las cordilleras de este país el nivel es exigente y quienes apuestan alto arriesgan tragar talco.
Algo que sabían muy bien Jimmy Mora y Francisco Rojas cuando, en julio del 2013, dirigieron sus pasos a Cordillera Blanca para intentar el Taulliraju. Montaña difícil, estética y que en los momentos en que estos ya no tan muchachos se dirigían a sus flancos, todavía no contaba con ascensos nacionales.
Sin embargo el reporte meteorológico con que se toparon no se veía muy prometedor. Solo se movieron, y rápido, cuando vislumbraron una ventana de buen tiempo que, cuando fuera a llegar, duraría 2 días.
Así fue como el 8 de julio arribaron a Taullipampa, el sitio usado como campamento base (a 4.200 m). Originalmente querían probar la Ruta Italiana, aquella que recorre el Filo Noroeste, pero como estaba demasiado acornizado, optaron por hacerlo vía el Contrafuerte Sur. Éste es un torreón que se desprende de la pirámide somital del Taulliraju y cuya escalada misma requiere cubrir 600 metros de dificultad 70/85º, AI4+ y M5. Sácate una sigla.
Se dieron dos días para aclimatarse y luego, de ahí, establecieron un vivac al pie del glaciar, a 4.800 metros de altitud, desde donde intentarían la escalada.
La jornada en cuestión, el 12 de julio, salieron temprano y cruzaron el glaciar. A las 11 ya estaban en una rampa de nieve que los dejó en la pared propiamente tal. Después la sinfonía técnica, aburrida de escribir, emocionante de vivir. Terreno vertical en hielo delgado, nieve inconsistente, roca y hielos mixtos… 8 largos más apretados que niña de 15. Para terminar en una pequeña terraza donde instalaron su vivac, a 5.200 metros.
Llegaron mojados, lo cual los hizo pasar una noche penca. ¿Para qué usar otra palabra? Y para más remate, en la mañana, encontraron que el anclaje del cual colgaban estaba literalmente dentro de un cubo de hielo macizo. Ni les cuento lo que les tomó sacarlos. Pero cuando pudieron, salieron como misil, recorrieron 150 metros de largos mixtos y terreno fácil para llegar a la cima del Contrafuerte, a 5.400 metros.
¿Y aquí? ¿Qué?
Pues, en teoría, para hacer cumbre, todavía tenían que bajar un poco, luego, subir, abrir huella… En fin, ¡pelearla!, lo que significaba más días. Que no tenían pues el mal tiempo debía venírseles encima pronto. Mejor dejarlo hasta ahí no más.
Bajaron hasta el vivac y optaron por no arriesgar un descenso inmediatamente porque la roca era sellada y el hielo delgado. Mejor hacerlo con luz, lo que hicieron al día siguiente en la forma de 10 rapeles. En definitiva, el 14 de julio estuvieron de regreso en su campamento justo antes que comenzara el mal tiempo. Jabonaos daos.
Pero tal alegría se esfumó más rápido que lanza urgido, pues descubrieron que les habían robado el equipo, lo cual sumado a que el tiempo no mejoraba, les hizo desistir de un segundo intento.
¿Y el Taulliraju? Bien gracias. Todavía esperando por el primer ascenso chileno.
A Duraznos, Durazno y medio
Érase una vez dos chilenos que habían intentado realizar el primer ascenso al Torre por la vía Ferrari. ¿Recuerdan? ¿Sebastián Rojas y Cristóbal Señoret? Llegaron bien arriba, en febrero del 2012.
Ahora querían hincarle el diente de nuevo, pero en invierno y contando con la participación de otro gran conocido nuestro, Nicolás Gutiérrez, quien ya había subido el Torre hace cinco años junto a José Edwards, pero por la Maestri.
A los muchachos, conociendo perfectamente las dificultades que iban a encontrar en Patagonia, no se les ocurrió nada mejor que, como parte del entrenamiento, intentar realizar en el día desde Baños Morales una nueva ruta al cerro El Morado.
Comenzaron a las 10 PM del viernes 12 de julio. Usando randonés, realizaron la aproximación durante la noche y, a las 8:30 de la mañana, ya estaban en la base de la Pared Sur del Morado. Sin embargo, no era por aquí donde se metieron, sino que siguieron hacia el col que se forma entre éste y el San Francisco, más bien apuntando a la arista suroeste.
A mediodía se sacaron los esquís y pasaron a modalidad escalada. Y comenzó el partido. Buscando la línea más obvia, hacia el oeste, fueron sumando metros y tratando de cubrir la mayor parte del terreno en simultáneo. Solo en un par de largos se aseguraron, accediendo a la cumbre en algún momento de la tarde por un canalón, terminando así una ruta de 600 metros de largo, con dificultades máximas de V/6a. Por supuesto, en roca mala.
Pero no estuvieron mucho rato contemplando la vida, pues tenían harto terreno que desandar y la luz se iba, se iba, se iiiiiiiiiiiiba. Por eso sacaron un par de fotos y listo, para abajo. Desescalando todo, excepto dos partes en que hicieron sendos rapeles de 60 metros. En Baños Morales estuvieron a las 8 de la noche, vía un glaciar con el cual igual tuvieron cuidado.
De ahí, bien contentos se fueron al Torre. En Chaltén estuvieron el 20 de julio, con la logística necesaria para la estadía de un mes.
Cuatro días después, partieron en esquís hacia el glaciar Marconi. El intento propiamente tal lo comenzaron desde el Circo de los Altares, pero la aproximación se rebeló cansadora y los día eran cortos. Lo que explica porque, cuando llegaron hasta la base del headwall, después de los largos de mixto, optaron por retirarse. Sin cocinilla ni sacos de dormir, no era sensato tratar de aguantar la gélida noche invernal.
No habría más intentos y se retirarían del cerro tras 12 días.
Tercer para tres
Un poco más al norte… el Corcovado.
No me refiero al de Brasil, idiotas, sino que al que se encuentra en las cercanías de Chaitén y que se ve impresionante cuando se navega por los Canales del Sur.
Pertenece a esa categoría de cerros donde también está el Puntiagudo, el Campanario o el cerro Santa Lucía, los cuales, a pesar de tener historia que contar, la mayor parte de la gente las desconoce. Y cuando se les pregunta directamente, en lugar de admitir ignorancia, responden que “supe de un gringo que alguna vez fue y se mató… pero te juro que tengo el dato anotado… te llamo y te cuento”. Un gringo; siempre es un gringo.
En el caso del Corcovado, hasta el 2013 sólo contaba con dos ascensos, uno hecho en 1945 por Engels, Kress y Gasch, germano-alemanes provenientes de Osorno, y Douglas Tompkins, sí, él, llegando en solitario a la cima, pero previamente acompañado hasta la base del torreón final por el chileno Carlos Alvarado.
O sea, efectivamente, puros gringos.
Esta fue la situación que se encontraron Ignacio Vergara, Armando Montero y Sergio Infante, acompañados por Vicente Montero, cuando se dirigieron a la zona para tentar su ascenso. Por si no lo recuerdan, Vergara fue el chileno que subió en enero del 2013 el Fitz Roy; y si han estado leyendo estos recuentos desde hace algún tiempo, el nombre de Montero no debería serles desconocido tampoco, por la fructífera actividad que ha efectuado en los alrededores de Coihaique, realizando entre otras cosas el tercer ascenso y primero nacional al Palo (a fines del 2012, junto al mismo Vergara).
El recorrido que tomaron fue bastante parecido al de sus predecesores. Zarparon de Chaitén el 27 de septiembre, llegaron a la desembocadura de un río, el Morrillo, siguieron su cauce, se internaron en el bosque y, tras abrirse paso con el método todo-vale, incluso morder, alcanzaron la cota donde la vegetación afloja (800 metros) y establecieron un campamento, lugar hasta donde llegaría Vicente Montero.
El esfuerzo final lo hicieron al día siguiente. Siguieron el Filo Noroeste hasta el torreón de hielo somital, se movieron a la Cara Oeste, luego escalada en hielo, antecumbre, un filo y, ta-da, la cima. A las 18:30 horas.
Buena. Muy buena.
Helado equivocado
El intento recién descrito más arriba, al Torre, no fue la única actividad invernal de chilenos en la Patagonia argentina. Otro par de jóvenes también tuvieron aspiraciones grandes.
Hablo de Michael Sánchez y José Dattoli, que se fueron a Chaltén con la mirada puesta en el Fitz Roy por la Supercanaleta, en invierno; algo que, por partida doble, jamás ha sido realizado por chileno alguno.
El 20 de agosto fue la fecha en que le hicieron el intento, pero este se frustró debido a la cantidad de nieve caída, las bajas temperaturas y el mal tiempo. O sea, sácate una. Pero, tratando de no perder oportunidad, se fueron para la Guilloumet, a probar la Amy, a la cual le hicieron un peque que comenzó, como es la costumbre, de noche.
Primero subieron sin asegurarse 250 metros, azotados brutalmente por una bajísima sensación térmica. Pronto pasaron a escalar largo a largo, nunca las dificultades calzando con lo esperado. Tras sufrimiento masoquista around the world llegaron al final del canalón en el cual estaban, donde fueron barridos por el viento. No. Decir barridos es poco. Digamos mejor tifoneados, de la palabra tifón, que es como un tufo, pero grande.
Continuar era mala idea. El frío no hacía más que machacar y la noche se venía encima. Así es que se bajaron. Seis rapeles del terror, con los mosquetones y los dedos pegándose… Mas, de una manera u otra, llegaron a la carpa y sobrevivirían.
Lamentablemente, con el transcurso de los días y semanas, se irían constatando congelaciones de diversa consideración en prácticamente todos los 40 dedos que esta cordada tenía; pero como esto ya lo reporté antes no es necesario insistir.
Ah, sí. Dato para la causa. La razón por la cual las dificultades que encontraron no eran las esperadas, era porque se habían metido en otra ruta, la Guillot, que queda un poco antes que la Amy en la serie de líneas que se dibujan en la vertiente este de la Guilloumet.
El mismo salame
Si todavía no tienen el cerebro anquilosado por las drogas, o porque insisten en fumarse el té por la falta de monedas, recordarán que el año pasado un grupo de chilenos se embarcó en el largo y ambicioso proyecto de realizar el Leopardo de las Nieves. Es decir, el ascenso de las cinco montañas de más de 7.000 metros localizadas en el territorio de la otrora URSS. Que, como dije entonces, no significa una rusia sin sostén, sino que un rato sin sexo.
El año pasado habían logrado el primer ascenso nacional del Ibn Sina, de 7.134 metros (ex Lenin, última vez que lo digo) y ahora tenían en mente algo bastante más ambicioso: subir dos Leopardos de una, dado que comparten campamento base: el Korzenevzkaya (7.105 m) y el Ismail Solomi, de 7.495 metros y ex pico Comunismo (suena extraño eso).
De los que habían hecho cumbre el año anterior en el Ibn Sina, esta vez no participaría Tamara Muñoz, pero se les sumaría Cristóbal Cattan, para terminar de conformar así un grupo de 4 personas.
Y se fueron. ¿Adónde? A Taijiquistán, sus ignorantes. ¿Y dónde es eso? Ni idea. Pero que se fueron, se fueron.
Tras una parada en Madrid, el 25 de julio llegaron a Dushambé. Dos días después estuvieron ya instalados en el Base, a 4.200 metros de altitud, tras ser transportado en helicóptero.
El dilema que tenían acerca de cuál montaña enfrentar primero, en realidad no fue dilema. Prefirieron partir por el Korzenevzkaya, pues el Ismail Solomi es más alto, tiene unos pasos delicados con peligro de caída de seracs (lo que exige pasar rápido, o sea, aclimatados) y, además, ya contaba con una ascensión chilena previa (la ahora mítica expedición liderada por Claudio Gálvez décadas atrás y que lo puso a él en la cumbre junto a Sergio Cantín, Cecilia Castillo y Sergio Zárate).
Tratando de hacer caso omiso a las diarreas que azotaban al grupo, comenzó el mambo vertical, para diferenciarlo del horizontal. El 30 de julio un primer porteo al Campo I (5.100 m) y el 5 de agosto partieron a dormir a él, con la idea de no bajarse más hasta intentar cumbre. Así es que el 7 de agosto portearon al Campo II (5.700 m), el 9 se instalaron ahí, el 10 hicieron un porteo al III y último (a 6.100 m), luego lo ocuparon y justo ahí, bang, tormenta total infinita.
Aún así, igual el grupo salió a intentar cumbre, pero encontraron mucha nieve y en algunos tramos el filo, expuesto, gatillaba avalanchas. Cuando ya estaban a 6.500 metros prefirieron bajarse, lo que hicieron ordenadamente no sin antes dejar una carpa en el Campo III, pues pensaban regresar.
Pero, alrededor del 16 de agosto, cuando estuvieron todos en el Base, era obvio que el clima no daba tregua y así tampoco se podía tratar el Ismail Solomi. No les quedaba tiempo. Y se retiraron.
El hecho de no haber subido estas dos montañas claramente pone las cosas más difíciles para estos muchachos. Quienes al momento de redactar estas líneas ven con qué alternativas cuentan para no retrasar el cumplimiento de su proyecto. Dicho eso, en principio, este año intentarían el Korzenevzkaya de nuevo y el 2015 el Khan Tengri, ninguno de los cuales cuentan con ascensos nacionales a la fecha.
Zarmiento
Y ahora es el momento de hablar de Camilo Rada. Sí. De nuevo. Él. Claramente pasando por un gran momento. Como que todo lo que tocara se convirtiese en oro.
Tras la impresionante seguidilla de éxitos que ha tenido en los últimos años, se ha embolsado, y sólo por citar algunos, el Baruntse, la Afanasieff al Fitz Roy y el Paine Grande en invierno. Así, con las espaldas anchas, se animó creo yo al otro gran famoso patagónico de hielo al cual le tenía ganas: el Sarmiento. Una montaña de clima terrible, salvaje y orgullosa.
Blondie decía que hay dos tipos de hombres: aquellos que tienen la pistola cargada… y los que cavan. Entonces, yo digo que los montañistas se separan en dos: quienes conocen la historia del Sarmiento… y los imbéciles.
El Sarmiento es importante. Y aunque podría pensarse que ha perdido relevancia mediática, debido a que cada cierto tiempo se saben de ascensos, en realidad éstos últimos son a la Cumbre Oeste, no la principal. Una que sólo había sido escalada previamente en una ocasión de una forma tan afortunadamente suertuda, que incluso hay quienes plantean sus dudas. Me refiero a Mauri y Maffei, en 1956, en una expedición liderada por un Agostini que ya tenía 73 años y que intentaba la montaña por tercera vez.
La logística era parte del problema a solucionar, pero esta vez Rada se las tuvo más simple al estar su intento inserto en un esfuerzo multidisciplinario llamado CORDARWIN.13, de lo cual no me explayo más ahora porque estoy atrasado para irme a un matrimonio. Pero bueno, de una u otra manera, Rada, junto a la argentina Natalia Martínez y la chilena Inés Dusaillant fueron desembarcados el 19 de agosto en lo que sería su campamento base, con provisiones para un mes.
No más llegar, Rada et al tuvieron que moverse a marchas forzadas, pues la suerte es de los suertudos: el reporte meteorológico avisaba que venía un día bueno, el 23. O sea 4 días en su futuro. Muy pronto, demasiado pronto, felizmente pronto.
El 20 portearon, el 21 otro viaje y a dormir bajo fuerte viento, en una cueva estándar COPEVA. El 22 alcanzaron el Collado Norte, a 2.200 metros, y pudieron dormir en él en un clima que definitivamente mejoraba. Incluso se despejó. Pero como no tenían el equipo de escalada con ellos, dejado en la cueva donde habían pernoctado el día anterior, no tenían cómo aprovechar el día 23, que era el bueno.
Pero… la suerte es de los suertudos. Resultó ser que el pronóstico del tiempo había sido actualizado, y avisaba que el 24 también iba a estar bueno, por lo que los expedicionarios pudieron bajar a buscar las cosas y regresar a tiempo al Collado Norte para dormir. Y, ahí sí, finalmente a tiro de cañón para tener su oportunidad de escalar el Sarmiento. Esfuerzo del cual no participaría Dusaillant, quien se quedaría a esperarlos en dicho sitio.
Martínez y Rada partirían un poco antes de las 4 de la mañana. La aproximación la hicieron en esquís, la rimaya de entrada fue un problema, resuelta en artificial y, de ahí, el regalo: una línea directa, hermosa y de buen hielo, por una especie de canalón, que parecía llevarlos al cielo.
La vía la siguieron religiosamente por todo lo que quedaba del día, siendo lo único preocupante el hecho que no sabían si tal ruta salía arriba, evitando los enormes hongos somitales. Sí que lo intuían, pues habían tenido la precaución de documentarse con fotografías aéreas ANTES de meterse al cerro. O sea, el cabrito hizo su pega, boys. No como todos los cabezas de músculos kojakeros que siguen jurándose extremos porque hacen buldel.
¿En qué iba? Ah, sí. Lograron salir del canalón, evitaron los hongos, surfearon la nieve honda, subieron cuanta cosa se les puso por delante y, de noche, a las 22:45 horas, hicieron cumbre en el monte Sarmiento.
Como es ruta nueva, una directa por la cara norte, la llamaron ¿Sarandeando Sarmiento? No. Suerte de Sarmiento (400 m, D+).
¿El regreso? Ah, sí. Rapeles. Muchos. Una estaca por aquí, abalakovs por acá, un nudo que se les olvidó sacar, vuelta a escalar el largo, perdieron el gancho para hacer los puentes de hielo, dejaron tornillos, un descendedor que se cayó, Rada que se tiró un peo… O sea, todo pasando.
No hay tragedia ni olor que dure mil años. Con luz de día ya, y cielo nublado, llegaron indemnes de vuelta al campamento del Collado Norte.
Gran ascenso, nada más que decir.
Salvo acotar que el esfuerzo de Rada contó con una ayuda que sería bueno mencionar. Ante de su llegada, un equipo de avanzada, conformado por Cristian Donoso, Mario Sepúlveda y Uber Quirilao, habían explorado el terreno, incluso llegando hasta el famoso collado. También ellos se dieron la maña de hacer un intento, pero a la Cumbre Oeste, el cual desgraciadamente se vio frustrado por el mal tiempo.
Voy y vuelvo
De regreso de Perú, y la escalada del Contrafuerte Sur del Taulliraju, Jimmy Mora sentía que ya estaba preparado para otra cosa que tenía en mente desde hacía tiempo: la Pared Sur del Falso Altar (4.549 m). Por el Canalón Buracchio, en solitario, estilo alpino y, además, non-stop.
La historia de esta pared no es evidente, puesto que no son claros los detalles de escaladas previas. Especialmente que varios esfuerzos se retiraron bien abajo, argumentando que lo habían hecho así porque habían llegado hasta el “fin de las dificultades técnicas”. Sí claro. Además que cuesta recopilar los buenos ascensos, con cumbre incluida, de esos jóvenes ambiciosos e irreverentes que hoy son más frecuentes que hongos en los pies. Quienes, como no están ni ahí en decir qué cosas hacen, cuesta que yo les siga la pista.
Puesto el parche ante la herida, déjenme decir que entonces, según mis antecedentes, lo que se planteaba Mora nunca antes había sido realizado.
¿Y cómo le fue? Veamos.
Partió a las 19:00 horas del 28 de septiembre desde el estacionamiento de Villa Paulina, llevando una cocinilla, 40 metros de cuerda de 8 mm, 3 tornillos, empotradores y algunos friends. Caminó cuatro horas y vino un descanso. Retomó la marcha a las 2 de la mañana por otras cuatro horas más y vuelta a descansar. La escalada la inició a las 8 AM por un canalón de nieve; luego una montada en roca con verglás y pendientes moderadas, cascada de hielo en free solo, más corredores de nieve por aquí, un error por allá, la segunda cascada, canalón parado que abrazo a tu cintura, más roca, blah, blah, blah… A las 5 PM en la cumbre.
El descenso lo hizo por la cara norte del Falso Altar, para conectarse al circo que éste forma con el Altar y La Paloma. De ahí, caminata toda la noche, aunque se tiró al suelo a dormir por un par de horas a la altura de las Cascadas. Al auto llegó a las 5 de la mañana del lunes.
Molido
Y para terminar, dos actividades más que se iban quedando en el tintero. Medio apurado porque todavía tengo que ponerme la camisa que ni siquiera escogí yo.
Primero, que en abril del 2013, José Rosen y Nicolás Matus abrieron una nueva vía al cerro Gloria, el de la Quinta Región, una que sigue la Arista Sur, en roca mala, a la cual denominaron “Psycho Killer”.
Segundo, que Pablo Miranda y Manuel Medina escalaron la vía “Scandinavian Direct” al Ranrapalca (6.162 m), una ruta de 900 metros de largo y que presenta una dificultad global de MD+. El Ranrapalca es otra montaña de difícil cocción para mí porque varios de los ascensos por parte de chilenos, si no es que todos, han sido sin cumbre. Porque se trata de una cima que pareciera ser un punto un poco sin importancia ubicado en la meseta somital, a trasmano de las vías más técnicas…
Y fin. Basta. Me aburrí.
Salón de la Fama
Llego a ver doble de tanto escribir y leer estos recuentos…
Brújula de Uranio por Mejor Expedición, para… nadie. Desierto. Las dos actividades de Patagonia no cumplían bien el requisito del “Período” de la PAPA, además que no tuvieron éxito, lo cual también dejó fuera de carrera al Korzenevzkaya. Y CORDARWIN.13 no es montañismo. Y aquí premiamos eso: el deporte del alpinismo y la aventura que representa, ojalá en su más pura expresión. O sea, la cosa real. Nada de ciencia, televisión, negocios, farándula, bulder o surf.
El Mejor Ascenso Técnico, es decir, Jeringa de Plutonio, va para Natalia Martínez y Camilo Rada por su ascenso al Sarmiento. Se les recuerda que este galardón va dirigido a quienes hacen un uso depurado e innovador de la técnica, los procedimientos o la estrategia. Normalmente implica escalar más, pero no necesariamente, pues a veces basta tener una mirada fresca para convertirse en un aporte, ya que desbancan viejos mitos y establecen nuevos estándares. En el caso de estos muchachos, no sólo probaron con el ejemplo la conveniencia de utilizar el invierno como un aliado (y no un problema), sino que además hicieron un uso extensivo de la escalada en hielo, utilizaron esquís, la gran pifia del escalador nacional, y, atención, hicieron un uso inteligente y extensivo de la tecnología, en la forma de imágenes aéreas, fotografía satelital e informes meteorológicos. Herramientas que muchos desprecian pero que son éticamente válidas y que sin las cuales no habría habido un ascenso al Sarmiento.
¿El mejor deportista? ¿Ajo de Molibdeno? Desierto. Para mi exigente gusto había dos posibles: uno, era evidentemente Camilo Rada; el otro, Jimmy Mora. Pero recuerden que el premio es exigente y requiere que haya un trabajo sistemático durante toda la temporada. Ojalá abarcando la mayor cantidad de expresión deportiva posible. Y el ascenso al Sarmiento, por más meritorio que haya sido, es sólo una actividad. Por el contrario, Mora representa mejor el ideal pues se movió en roca y hielo, solo y acompañado, en altura, en al menos dos actividades. Pero lo del Taulliraju fue, después de todo, un intento; sí, escalaron el Contrafuerte, pero eso no era a lo que iban y, sin ser un premio de consuelo (¡que no lo es!), no puede compararse con el Taulliraju mismo.
Y la Colchoneta de Tungsteno, por Mejor Iniciativa, a nadie. Como normalmente ocurre. O sea, como es nuestra realidad no más. Si no les gusta, pues entonces hagan algo. Y no me refiero a equipar un par de rutas de escalada deportiva como monos con taladro. Eso es fácil. Lo difícil es ganar espacios en nuestra sociedad que dignifiquen el montañismo. Y de eso no hubo nada.
Ya. Me voy a la fiesta; me sacaron a pasear.
Atentamente,

 


 

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