Septiembre 2013
Las cosas iban tan bien… Pero una inesperada tormenta que ya lleva 48 horas azotando la carpa, las ha bloqueado en su intento de ascenso de la ruta Polacos. Al Aconcagua.
Catalina Twist-Tagle y Macarena Cruzá. Amigas del alma. Un año completo preparándose a consciencia para escalar esta ruta. Fines de semana y feriados sacrificados. Sólo agua sin gas y maní sin sal.
Pero terminar así… Las dos metidas en sus sacos de dormir, sintiendo por primera vez en sus vidas el aliento del fracaso. Porque se les acaba el tiempo y si la tormenta sigue un día más tendrán que devolverse. Qué horror. De rotos.
Y está el frío. Que percola todo. Que se concentra, invencible, en los pies. Que molesta, que cansa, que aburre. Planta y dedos eternamente helados.
Dan ganas de llorar.
Secreto en la montaña

 

BRUM. Súbita ráfaga de viento. La carpa se llega a doblar del impacto y, al soltarse, sacude como látigo el interior y deja caer la condensación congelada que tenía, mojando los sacos, la ropa; todo. Interrumpiendo la conversación y trayendo silencio. Hasta que Cata vuelta a insistir:
La pregunta del día
OK. Tocarse, pulir el pestillo, menear la niñita, jugar con el tótem, de usar dos dedos de frente y tres por atrás…
Eso en el caso de las mujeres. Porque miren que en el de los hombres, existen más apodos que caspa de rastafari. Peinando el pitón, estrangulando el cíclope, tsunami a la chilena, agotando la nutria, limpiando las tuberías, usando la yogurtera, etcétera, etcétera, etcétera.
Sí, señor. Nos referimos a eso mismo. Estamos hablando de ACM-LJ. Auto Contacto en Montaña (y los juimos). Término que se refiere a hacer “eso” en nuestras actividades en los ambientes silvestres.
¿Y qué es sabroso de analizar? Pero por favor, claro que sí. Sin embargo, hoy estoy educado y quiero dejar salir esa curiosidad por dilucidar misterios para ayudarnos a separar el mito de la realidad. En este caso, si efectivamente la movilidad digital y manual de cadencia e intensidad características de la ACM-LJ redundan en una termotransmisión periférica.
O sea, si la paja calienta los pies.
Simplemente frío
Porque si así fuera, habría que sincerar la situación y agregarla a los contenidos de los cursos de técnicas invernales. Por ejemplo, después de practicar autodescenso o hacer una cueva de nieve, se les pediría a los estudiantes que se fueran a sus sacos a practicar, momentos en que para ayudarlos podríamos colocar algún tema ad hoc. Como la canción nacional. Turrruuuuuuuuuum, turruuum, turruum, turruum, turruum, turrum.
Para dilucidar el enigma, lo primero que me pica (la curiosidad, su idiota) es averiguar la razón por la cual se enfrían los pies o, a mayor abundamiento, las extremidades.
Es simple. Porque están llenos de una red de pequeños capilares que se dañan o bloquean fácilmente. Cualquier factor especial, por ejemplo, una zapatilla de escalada apretada o el frío de la altitud, inhabilita que la sangre, tibia y rica en nutrientes y oxígeno, llegue eficientemente a ellos y, luego, voila, provoca que se enfríen los tejidos.
Situación que, por si quieren saber, efectivamente los estudios han demostrado que es más habitual en las mujeres.
Desventaja de género
Así es. Es verdad. Las hembras humanas tienden a tener más heladas las extremidades.
Hay varias teorías del por qué. Una posible causa se debería a que las damas tienen distribuida la grasa en su cuerpo de forma más homogénea, que es una ventaja para proveer de mejor aislamiento a los órganos que se encuentran en el centro. Pero el costo de tal beneficio es que los espacios para que fluya la sangre a las manos y los pies son proporcionalmente más pequeños que los de sus opuestos enemigos amados, los hombres.
Otra típica razón mencionada es que las mujeres tienen menos hierro en la sangre, elemento que es necesario para fijar, y luego transportar, el oxígeno. Además que ese mineral es utilizado por la tiroides para regular adecuadamente la temperatura en el cuerpo.
También se mencionan factores como que la piel de las mujeres es más delgada, la existencia de los ciclos hormonales ligados a la menstruación, la presencia del embarazo o la existencia de condiciones médicas especiales (como la enfermedad de Raynaud).
Hipótesis a las cuales yo agrego una propia que de seguro alguien ya debe haberle dado su nombre. Para mí, todo este asunto de los pies fríos es nada más que un ardid evolutivo. Un asunto de selección natural.
Piensen en ello. Aquellas mujeres que pasen más frío en las noches, concentrado o no en los pies, serán las más receptivas a aceptar la compañía nocturna de un macho capitán calor peludo como yo. Abrazo que obviamente redunda en mayores opciones de apareamiento y, luego, descendencia. De precisamente aquellas que no están mejor adaptadas a dormir bien solas.
Bueno. Pero que las mujeres tienen los pies helados, los tienen helados.
Superioridad de género
Hay más tela para cortar.
Por ejemplo, a diferencia de la gran ventaja masculina al orinar, aquí las mujeres están más adaptadas para el ACM-LJ, pues no requieren de ningún repositorio para paliar las consecuencias. Aunque algunos hombres han desarrollado técnicas de tipo torniquete para no tener que comprometer la vestimenta proximal.
Además, las ventajas de la fisiología femenina no terminan acá, pues no pocas mujeres son capaces de alcanzar orgasmos sin necesidad de tocarse. Por ejemplo, al hacer abdominales. ¡O estar escalando! O sea, a veces ciertos estados de sublimación femenina que observamos cuando están punteando un largo, quizás no sean porque están vibrando con la experiencia, sino que por algo mucho, pero mucho más íntimo. Así es que la próxima vez que vean soplidos o quejidos vigorosos de una mujer subiendo por una ruta, no descarten que sea el ACM-LJ en acción. Luego de lo cual, río revuelto, ganancia de los pillos.
En fin. Podría seguir haciendo soufflé de chistes con el tema. O contar anécdotas. Como el del tipo que de noche, y en silencio, usó un preservativo para no dejar evidencia, y luego lo dejó por error dentro del zapato de trekking del compañero. O como la del que lo hizo dentro de una olla, se olvidó limpiarla y despertó al día siguiente cuando su cordada ya se tomaba el té.
Pero bueno ya. Basta. Y sí. Funciona. Calienta los pies.
Dicen.

 


 

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