Noviembre 2017
Ahora que se han calmado las turbulentas aguas de los salvajes ríos que alimentan las mareas de las furias de estos ahora llamados océanos sociales (sácate una prosa), ¿quiere saber cómo realmente fue que en Chile nació, se desarrolló y terminó por explotar el escándalo del Dhaulagiri?
No se preocupe, yo se lo cuento. A la manera Anticristo.
La sexta, la vencida
Obviamente, los analfabetos digitales (estos ilusos que todavía se jactan de no estar en las redes sociales) no tendrán idea de lo que estoy hablando.
Me refiero por supuesto a la séptima cima más alta del planeta. El Dhaulagiri (8.167 m). Una que debido a su altitud es importante en sí, pero todavía más para los chilenos dado los infructuosos intentos hechos por ascenderla (en rigor 5). Razones todas por las cuales cuando se supo que en mayo del 2017 Rodrigo Vivanco y Tamara Muñoz habían alcanzado su cumbre, la alegría entre nosotros fue manifiesta.
Sin embargo…
Varias semanas después me llegó un mensaje (llamémoslo XXX) en el cual me comentaban que estaban surgiendo dudas acerca del logro. Un escepticismo que se debía a que los detalles que se estaban comunicando no parecían del todo coherentes. Comentarios que curiosamente, y esto sí que pueden no creerlo, provenían desde cerca de los involucrados.
Leer tal mensaje XXX me provocó sentimientos encontrados. Ciertamente estupefacción, al ver cómo el montañismo chileno parecía volver a cometer los mismos errores de siempre; como si no hubiera aprendido nada del pasado. Pero también me dio pena; porque era evidente que, sin saber cómo o cuándo se desencadenaría, habría polémica. Una que, como decía el Gitano, aterrizaría con toda su carga de arena y desperdicio.
Mas yo, nada. No me involucraría. Esto pues tras el demoledor proceso que me significó escribir “La esclavitud del miedo”, quedé tan emocionalmente destruido que no quería volver a saber nada de Chile y sus malditas polémicas en Himalaya. Así es que borré el mensaje XXX y cerré las cortinas de mi pieza para seguir jugando Tanga-nika.
Eterno machismo
Una semana más tarde me contactó Francisca Hernández. Quien estaba preparando un artículo acerca de las recientes expediciones nacionales a los ochomiles, pero, como ya estaba al tanto de los susodichos rumores, quería saber mi opinión al respecto. Ante lo cual le comenté que si bien las dudas solo eran eso, palabras, caían en un contexto que era difuso dada la credibilidad de los involucrados. Francisca ponderaría adecuadamente mis comentarios y al final decidiría no publicar su reportaje; o al menos no hasta saber qué terreno estaba pisando.
Sí, lo sé. Esto parece puro pelambre de viejas. Pero lo cuento por una muy buena razón: esta necesidad de Francisca Hernández por aclarar la situación fue la que la llevó a colocar el 26 de julio en las redes sociales, en lo que sería la primera ocasión pública en que el tema fue mencionado, el siguiente mensaje:
Como podrán imaginar, ardió Troya.
Desencadenando una tole tole descomunal que no dejó pavo real sin ensuciar. Incluyéndome. Porque como había un lazo de gran amistad con Francisca, no pocos fueron los que asumieron que ella había actuado por una especie de mandato mío. Algo así como un peón enviado a hacer la pega sucia porque el patrón no quiere que se le manche la camisa. Lo cual no solo no era cierto sino que es otra muestra del estúpido machismo de nuestro país; esto es que si una mujer actúa con entereza y a rostro descubierto es solo porque obedece órdenes.
Los muy imbéciles.
Lluvia improbable
Entra Natalia Seguel.
También receptora del mensaje XXX original, ella no se sintió cómoda con la situación y decidió tomar cartas en el asunto para determinar si efectivamente las dudas tenían o no asidero. Por lo que, y a diferencia de lo que hubiera hecho el resto de los chilenos, que ni hablan para nunca quedar mal con nadie, se dio el trabajo de contactar a las otras expediciones que habían estado en el Dhaulagiri esa temporada (incluyendo sus sherpas) y también (atención, atención) a Himalayan Database. Comunicación que le tomó su tiempo desarrollar pero que fue sistemáticamente reconstruyendo los eventos de aquellos días, proceso durante el cual se fue haciendo evidente que el ascenso de los chilenos era tan probable como que lloviera café.
En su momento Natalia me invitó a sumarme a tal investigación, a lo cual me rehusé por las razones arriba mencionadas (que estaba harto de Himalaya y sus mentiras). Lo que no impidió que yo fuera testigo en detalle del extraordinario trabajo de investigación que realizó. Uno tan sólido que, tras ser compartido con otros actores, se transformaría con el paso de las semanas en la base argumentativa para negar la versión esgrimida por Rodrigo Vivanco y Tamara Muñoz. Luego de lo cual, típico, se filtraron algunas partes de esa investigación; lo que, dicho sea de paso, explica porque en los diversos debates que por esos días ya pululaban en las redes sociales quedaba la impresión que algunas personas manejaban más información que otras.
Mismo ambiente en el cual se corrió la voz que la revista Escalando iba a publicar el relato del Dhaulagiri. Lo que dispuso a un público ya alineado en bandos rivales (creyentes versus escépticos) a suponer que tal hecho terminaría por zanjar la discusión a su favor. Ansias que además se potenciaron con la esperanza de poder ver ahí por fin la foto de cumbre, una imagen sobre la cual se había cacareado mucho pero que seguía oculta a pesar del tiempo transcurrido.
Cuando la palabra no basta
Ahora full monty. Bah, perdón. Full-disclosure.
Yo me desempeñé como editor de montaña en la revista Escalando por años y aún existe cercanía afectiva (partiendo por el hecho que esta misma columna se aloja en sus servidores). Lo cual me permite: (uno) confirmar el ideal de independencia y excelencia al cual aspira, (dos) avalar el profundo sentido ético de quién la dirige (Erick Vigouroux) y (tres) explicar porque mi opinión es escuchada cuando llegan temas complicados. Como era este el caso del Dhaulagiri, donde con Erick mantuvimos varias conversaciones centradas en lo macro de la situación, tales como las serias consecuencias que tendría para la revista no mantener la rigurosidad acostumbrada. Contacto que a la postre sería el único mío con ellos, lo cual, dicho explícitamente, significa que no tuve ninguna interacción profesional con ninguna persona de su equipo de trabajo, incluyendo a su actual editor de montaña, Sergio Infante. Un montañista y escalador que se ha preocupado de desarrollar una honesta labor como documentalista del montañismo nacional.
Erick, Sergio y el resto del respectivo equipo periodístico estaban ya al tanto de los cuestionamientos, tomaron los pasos necesarios para resolverlos (incluyendo contactar también a Himalayan Database) y, cuando llegó el momento a mediados de agosto de tomar la decisión de si incorporar o no el artículo del Dhaulagiri en el siguiente número de septiembre, tras sopesar todas las evidencias y consideraciones, optaron por no hacerlo. Determinación que explicarían públicamente en su momento pero que por esos días se mantuvo en reserva debido a lo delicado del tema (aunque obviamente se la comunicaron a los miembros de la expedición del Dhaulagiri).
Y en eso, llegó el 19 de agosto. La fecha del Seminario Regional de Montaña y Turismo en Talca, que fue donde Tamara Muñoz y Rodrigo Vivanco contaron por primera vez públicamente su historia.
Los diaporamas
Calificar lo que allí ocurrió es materia de debate.
Terminado el evento, algunos manifestaron satisfacción por el testimonio entregado por sus protagonistas, pero otros consideraron que había sido una oportunidad perdida para despejar de raíz las dudas. En parte, porque el material visual que mostraron, que era inédito, no ayudaba mucho a la causa: el video dejaba más preguntas que respuestas y la foto de cumbre…
Bueno. Sí. La foto de cumbre.
A esas alturas ya convertida en un santito con poderes mágicos; onda mírala y verás la luz. Que aquí no ocurriría porque bastó que fuera proyectada en el telón para que inmediatamente esas cosas llenas de videos porno, los celulares, la compartieran hasta Saturno y generaran chistes a granel; con memes que llenaron las redes sociales y con los cuales fue imposible no reírse. Es que no quedaba otra; la foto era tan mala (una toma desenfocada de un mamífero verde) que solo daba para tomárselo con humor.
En fin. Llegó septiembre y finalmente salió a circulación el número 47 de la revista Escalando, siendo no pocos los que se sorprendieron al no ver en ella el artículo del Dhaulagiri y encontrar en cambio la editorial “Cuando la palabra no basta”. Un título que dejaba poco espacio para la confusión con respecto a las razones que tuvieron para haberse abstenido de publicar tal historia.
Ese mismo mes fue también cuando al esfuerzo de investigación de Natalia Seguel se le sumó Fernando Fainberg (otro importante libre pensador del montañismo chileno) y fue también cuando se avisó que la expedición del Dhaulagiri haría su segundo diaporama, el martes 26, en el Club Alemán. O sea, en Santiago.
Sin embargo, aquí el ambiente ya no sería tan “gentil” como el de Talca; ahora había expectación crítica. Que es una manera crípticamente sutil de decir esto otro: se exigirían respuestas. Actitud que no fue planificada ni producto de ningún plan por aguarle la fiesta a nadie, sino que simplemente el resultado del cansancio de una comunidad al ver cómo una polémica se extendía y extendía sin parecer tener fin.
¿Yo? Manifesté que no iría. Decisión que obedeció principalmente a que deseaba seguir en mi exilio, pero también a que entendía que, dados los anteriores desencuentros con Rodrigo Vivanco, mi presencia podía ser vista como una falta de respeto para con un evento que estaba dedicado a que ellos se expresaran sin coerción.
Lo que no podía saber en ese momento fue que, con esa determinación, me perdí del que probablemente haya sido el diaporama más revelador e impactante que haya visto el montañismo chileno en décadas.
Abdominales en línea
Me fui al gimnasio, pero mis amigos, con un encantador sentido del humor, comenzaron a enviarme mensajes de lo que pasaba en la sala:
Yo intentando sacar six-pack. Pero así, con el celular vibrando cada 20 segundos, imposible concentrarse:
¡Broad Peak! ¡Auch! Eso no lo esperaba. Y detuve mi rutina sin que nada más me importara. Ni el mal olor de Mr. Esteroide, ni las sentadillas de la joven de cola-less:
Holy cow, holy cow, ¡holy fucking cow! Pero los mensajes siguieron llegando:
Yo.
Sergio Infante.
La esclavitud del miedo.
Wow.
Hawley. Elizabeth Hawley. Himalayan Database.
Cuéntate una nueva.
Y sería todo. Después de lo cual, como comprenderán, no me quedaron ganas de hacer ni una abdominal más y me fui para la casa.
Las réplicas
Al día siguiente Sergio Infante publicó una declaración donde ya no solo ratificaba sus dudas, sino que las profundizaba. Haciéndolo de una manera bastante cortés si se toma en cuenta que, tal y como él mismo advertía, recibió en el diaporama un trato más que agresivo.
Fernando Fainberg hizo algo parecido pero sin gentilezas. El 27 de septiembre publicó en su blog “Montañas y algo más”, el artículo “Basta de engaños en el montañismo nacional” (otro título que no deja espacio para sutilezas), uno en el cual además sinceró los aspectos más relevantes de la investigación en la cual él había participado.
Ese mismo día hubo otro diaporama del Dhaulagiri en Santiago, uno organizado por el club Wechupún, pero en él no habría polémica y no lo estaría mencionado aquí sino fuera por un pequeño, minúsculo y casi irrelevante detalle que terminaría por rematar esta historia. Que a ese evento asistiría Loreto Flores.
Loreto, asidua amante del montañismo, es la editora en jefe de la versión impresa del diario La Segunda del día sábado, he hizo lo que ningún otro periodista, editor o medio en 19 años fue capaz: hacer las preguntas correctas. Coraje que fue el que le permitió obtener declaraciones de Rodrigo Vivanco y Rodrigo Vial, con las cuales después se redactaron los reportajes “A esta altura, no sé si llegué a la cumbre” y “Broad Peak: la cumbre que no se logró por giles”. Los cuales fueron publicados el 3 y 6 de octubre en dicho periódico y, con ello, se confirmó el rumor que ya corría como reguero de pólvora por las redes sociales: que nadie había hecho cumbre en el Broad Peak en 1999.
No sería la única cobertura realizada por los medios de comunicación. El periodista Matías Harz estaba al tanto de la polémica y realizó otra investigación cuyo resultado fue la publicación en EMOL, el 8 de octubre, del artículo “¿Llegaron a la cumbre o no?”. Uno que, a diferencia de los reportajes anteriores, más bien se enfocó en las dudas del Dhaulagiri (no en lo del Broad Peak) y cuyas ideas centrales, con matices, sería replicado después en otros medios.
Los expertos navegantes
Para terminar, lo de Himalayan Database.
No quería mencionarlo ahora porque da para largo (y ya vamos como en 6 páginas) pero se hace necesario por la sobreponderación que la gente y los medios de comunicación le asignaron a sus dictámenes. Los cuales no deben ser vistos como “oficiales” o provenientes de un juez sabio y experto. Porque: (uno) es una organización privada; (dos) su declarado objetivo es el de ser un ente recopilador, no certificador; (tres) está comprobado que cometen errores (¿o ya olvidaron el caso de Fernando Zemelman en el Ama Dablam?); y (cuatro) la calidad de su trabajo se ha ido degradando en las últimas décadas.
Ya cuando estuve yo el 2009 en el mismo Dhaulagiri (oh ironías) me sorprendió que el periodista de Himalayan Database ingresara a la base de datos lo que nosotros dijimos que hicimos sin hacer esfuerzo alguno por corroborarlo. No exactamente lo que hacía su mentora, la mencionada Elizabeth Hawley, cuya gran famosa característica, y precisamente la que la hizo de temer, era su casi fiero cuestionamiento a los montañistas que entrevistaba: ¿qué carpas usaron?, ¿por dónde subieron?, ¿a quienes vieron?, ¿sacaron fotos?, ¿hicieron cumbre?, ¿a qué hora?, ¿qué había en ella?, ¿cómo era?, ¿se te para?
Nada de lo cual ha hecho Himalayan Database en los últimos años. Lo cual indica que probablemente, y como pasa en muchas otras partes, al retirarse la persona que le da vida y prestigio a una institución (en este caso Miss Hawley), con ella también se va el talento, la rigurosidad y la determinación, siendo difícil para quienes toman el relevo mantener el mismo nivel de excelencia.
Esta falta de proactividad comentada no es solo una elaboración teórica. Fui testigo directo de cómo en el intercambio de correos que los chilenos mantuvieron con Himalayan Database, estos mostraron una insólita pasividad por determinar lo ocurrido. Por supuesto, su actitud siempre bien amparada en el conveniente mantra que ellos se basan en la palabra del escalador y que el montañismo es una cuestión de honor. Modorra de la cual al final solo salieron (para tomar cartas en el asunto) gracias a la insistencia con la que desde Chile y otros países se les remarcaron las inconsistencias.
Así es que los expertos en este caso no están en Nepal, sino que en Chile. Compatriotas que consiguieron todas las pruebas que había que conseguir, señalaron todas las contradicciones que había que señalar y, además, lo hicieron dando la cara.
Por lo tanto, cualquier cosa que venga a decir ahora Himalayan Database, con respecto a este caso, es tardío y secundario. Luego, irrelevante.
Personalmente…
En cuanto a mí, o se yo, es decir moi, no tuve parte ni pedazo en este escándalo del Dhaulagiri. Sí participé de los debates, sí di entrevistas a la prensa (la mayoría off-the-record) y sí fui un facilitador global que, entre otras cosas, ayudó a que la gente se pusiera en contacto. Pero no investigué nada, no conspiré en las sombras y no armé ningún plan maestro de venganza contra nadie. Ni siquiera hice memes (aunque admito que me llegaba a atorar de tanto re enviarlos).
Pero no confundan gentileza con debilidad, pues tal abstinencia no significa que no tenga opinión. Y esta es que Ud. podrá creer lo que quiera creer y si le gusta que le metan el dedo en la boca porque le dicen que es un lápiz (cuando en realidad es otra cosa), allá Ud.
Reflexión que es útil para entender lo siguiente: que cualquier persona que se haya documentado de lo ocurrido, incluyendo la historia de Chile en Himalaya, la forma cómo este escándalo se fue desplegando y el sensible tema de las credibilidades, entenderá lo feble de la versión de Vivanco/Muñoz. Lo que lleva, y solo usando la misma vara con la cual otros cuestionados ascensos nacionales fueron medidos antes, a que este Dhaulagiri del 2017 deba ser considero simplemente como “intento”.
En cuanto al regalo de Navidad anticipado, lo del Broad Peak, pues creo que es algo sobre lo cual aún no se sopesa la gravedad de lo admitido. Sin todavía yo ver manifestación personal o grupal alguna que exprese la tremenda indignación y vergüenza que deberíamos tener por lo que, ya sea por acción u omisión, y más allá de las gentilezas o cortesías que uno pueda usar, significa nada más y nada menos que cinco conocidos montañistas chilenos mintieron.
Las buenas razones
Para terminar, las buenas noticias.
Ya en la columna pasada manifestaba mis dudas acerca de si la comunidad de escaladores y montañistas chilenos había madurado lo suficiente como para distinguir lo que inspiraba, de aquello que era propaganda, ruido o engaño. O si seguía siendo la misma de siempre, donde los que “no saben que no saben” reinaban y a nadie le importaba que los engañaran. ¿Recuerdan?
Pues… lo ocurrido aquí, con el escándalo del Dhaulagiri, da para pensar que las cosas han cambiado para bien. Porque, y teniendo claro que la exposición que impone la tecnología actual ayuda, se comprobó que todavía hay chilenos a los cuales les importa algo que muchos otros ya olvidaron todavía existe: la verdad.
Que es la razón última para haber escrito esta columna hoy. Contar la historia de cómo espontáneamente surgieron personas que, a pesar de ser insultados y recibir cobardes ataques, tuvieron la perspectiva y el coraje necesarios para involucrarse en una búsqueda cuya mera existencia dignifica. Personas como Francisca Hernández, Natalia Seguel, Fernando Fainberg, Erick Vigoroux, Sergio Infante y Loreto Flores.
Modernos exploradores que navegaron estas turbulentas aguas de las redes sociales. Para sobrevivir y, con ello, darnos un ejemplo.
Bravo.
El Anticristo

 


 

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